La americana Sylvia Beach (1887-1962) se llamaba en realidad Nancy y era una de las tres hijas del reverendo Sylvester Woodbridge Beach, doctor en Teología y pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Princetown, New Jersey, conoció París por primera vez cuando ella tenía catorce años y viajó acompañando a sus padres.
Como a otras muchas mujeres de su época, Paris le marcó y soñó con volver. Lo hizo en 1917 y entonces… un día descubrió una dirección: A. Monnier, calle de l’Odéon, 7, París-VI. Sylvia recuerda en sus memorias que:
“Jamás había oído aquel nombre, ni el barrio de Odéon me era familiar, pero algo irresistible dentro de mí me atrajo hacia el lugar donde iban a sucederme cosas tan importantes. Crucé el Sena y pronto me hallé en la calle de l’Odéon. Al final de la misma había un teatro que podía recordar a las Casas Coloniales de Princeton y, hacia media calle, en el lado izquierdo se veía una pequeña librería de color gris con las palabras “A. Monnier” encima de la puerta. Contemplé los atractivos libros del escaparate y, escudriñando hacia el interior de la tienda, vi todas las paredes cubiertas de estantes llenos de volúmenes recubiertos de ese brillante papel de celofán con que están forrados los libros franceses mientras esperan, generalmente durante largo tiempo, que los lleven al encuadernador. Aquí y allá había también interesantes retratos de escritores.”
Se trataba de La Maison des Amis des livres, "société de lecture", que había sido fundada en 1915 por
Adrienne Monnier (1892-1955). (leer su
Manifiesto -en francés, bien sûr-)
Amante de la literatura, y de sus manifestaciones más audaces, Adrienne Monnier quería dar a conocer la Literatura moderna y había creado un espacio en la que se mezclaban las ventajas de una biblioteca y de una librería.
-“
Este libro es mío y me gusta. Me ha costado mucho esfuerzo y dinero conseguirlo. ¿Te gustaría leerlo…? Pues págame un alquiler, o hazte socio, y te lo dejo unos días. ¿Que quieres tenerlo…? Espera, que miro si tengo otro ejemplar y si no, te lo pido.”- Algo así es lo que debía pasar en esa estupenda librería -ahora es cuando
La bibliotecaria,o sea la que suscribe, se muere de envidia- donde
Adrienne Monnier aconsejaba a sus visitantes, organizaba conferencias y sesiones de lectura con conciertos de Erik Satie… y consiguió convertirse rápidamente en lugar de reunión de la vanguardia literaria francesa. Paul Valéry, Georges Duhamel, Jules Romains, Léon-Paul Fargue, Paul Claudel –hermano de Camille-o el joven Louis Aragon -aunque Adrienne no llegó nunca a compartir el espíritu revolucionario de los surrealistas- eran visitantes habituales.
Hoy no encontraras la fachada gris de La Maison des amis des livres. Su lugar lo ocupa una cara peluquería.
Pero despeinada y todo, Adrienne debió causar una fuerte impresión en Sylvia:
“Adrienne Monnier era una mujer robusta, rubia y blanca como una mujer escandinava, de mejillas sonrosadas y pelo lacio peinado hacia atrás desde la frente. Sus ojos eran muy llamativos, de un azul gris indefinido, ligeramente saltones, recordándome a los de William Blake, y su aspecto era el de una persona llena de vida.”
El caso es que Adrienne le acogió como ella solía hacer: bien. Y hablaron de libros, de librerías y de sus cosas, supongo, y Sylvia pensó en copiarle la idea, trasladándola a Nueva York, donde quería abrir una sucursal.
Pero la primera impresión se convirtió en amor y Sylvia cambió de idea. A Adrienne no le importó nada que Sylvia se quedara en Paris –por decirlo de algún modo- y le ayudó en un nuevo proyecto: abrir en Paris una librería especializada en autores en lengua inglesa. El nombre estaba claro: Shakespeare and Company. Sólo faltaba el local y Adrienne Monnier lo encontró.
En el nº 8, rue Dupuytren –muy cerquita de la rue de l’Odeon- se alquilaba un local que había sido ocupado por una lavandería. Como si fuera un presagio, Sylvia recuerda que quedaban restos de un antiguo cartel en el que se leía “gros et fin”, significando que lavaban todo tipo de tejidos, y que “Adrienne, que era bastante gruesa se colocó debajo de la palabra “grueso” indicándome que me pusiese debajo de “fino”, comentando “Así somos tú y yo”.
Ahora Sylvia sólo necesitaba dinero y eso fue fácil. Escribió un telegrama a su madre: ”Abro librería en París. Por favor envía dinero”. Y ella –su madre- le mandó enseguida todos sus ahorros. –Para morirse otra vez de envidia, ¿o no?-. “Convertir mi local en una librería fue algo muy divertido”, añade Sylvia; y no me extraña, ya me gustaría a mí. “En lugar de fijar una fecha para la apertura de mi librería, decidí simplemente abrirla tan pronto como estuviera a punto”. Eso fue el 19 de noviembre de 1919. Entonces Sylvia Beach no sabía el provecho que iba a obtener a causa de la rígida censura que existía al otro lado del océano. Sorprendentemente, la noticia de la aparición de Shakespeare and Company se había difundido tan rápidamente por Estados Unidos que su librería era lo primero que buscaban los americanos que, como peregrinos, llegaban a Paris. Pronto se encontraron allí Gertrude Stein con su inseparable Alice B Tocklas, Sherwood Anderson, Robert McAlmond, William Bird, Ernst Hemingway, Scott Fitzgerald y el compositor George Antheil.
El éxito había sido inmediato, pero aún faltaba por llegar el acontecimiento que llevaría a Sylvia Beach y su librería a ocupar una página importante en la historia de la literatura: la publicación de un libro fundamental en lengua inglesa: El Ulysses, de James Joyce.
La historia bien merece más espacio y dedicación, pero aquí estamos hablando sólo de dos libreras y una calle. Porque Sylvia Beach dejó el local de la calle Dupuytren y se trasladó en 1921 al nº 12 de la Rue de l’Odéon, en la acera de enfrente de la librería de Adrienne Monnier, que, por cierto, se encargaba de organizar la traducción francesa de la obra de Joyce.
Odéonia, como llamaba Adrienne a la rue de l’Odéon, albergó también, en el nº18, el hogar de la pareja hasta su ruptura en 1937.
Ni Adrienne ni Sylvia entraron en detalles acerca de su relación y los aspectos íntimos de su relación siguen bajo el velo de discreción que les caracterizó. Se sabe que Adrienne había tenido relaciones anteriores y vivía con Suzanne Bonierre cuando conoció a Sylvia Beach. Sylvia se confió a sus hermanas, sobre todo a su hermana Elleanor –que también se cambió el nombre, haciéndose llamar Cyprian, y era lesbiana-.
En 1937, Sylvia Beach regresó a Estados Unidos por primera vez zen veintidós años, para celebrar el cumpleaños de su padre, que cumplía ochenta y cuatro años. Cuando regresó a la rue de l’Odéon, tres meses después, descubrió que la fotógrafa alemana Gisèle Freund, la había sustituido en el apartamento de Adrienne. A los pocos días de su regreso, Sylvia se trasladó al altillo de Shakespeare and Company. Y aunque siguió compartiendo con Adrienne y Gisèle las comidas, y la relación profesional se mantuvo, su larga vida en común había terminado.
La librería se cerró definitivamente en 1941, después de negarse Sylvia Beach a venderle a un oficial alemán una copia del Finnegans Wake de Joyce. Algo más tarde la librera y editora era detenida por los nazis y recluida unos meses en Vittel. Después de la guerra, Beach no volvió abrir su negocio. Pero siguió viviendo en la rue de l’Odéon, en el nº 12.
Hoy tampoco encontrarás allí ningún recuerdo de su presencia, aunque la librería Shakespeare and Company sigue siendo una de las más famosas del mundo y lugar de peregrinaje entre turistas –enterados o despistados-.
La actual librería de nombre Shakespeare and Company se encuentra en el nº 37, rue de la Bûcherie. Fue en los años 50 cuando George Whitman tomó el testigo y abrió su librería frente a Nôtre Dame, animado por su amigo Lawrence Ferlinghetti, otro mítico librero de San Francisco, el alma de City Lights.
Por aquí pasaron Henry Miller y Anaïs Nin, Sartre y Simone de Beauvoir, Lawrence Durrell y Burroughs, que conoció en la librería a uno de sus novios, Gregory Corso, que robaba libros, Jack Kerouac y otros y otras.
Al principio la tienda de George Whitman se llamó The Mistral, pero a mediados de los 60, cuando el local ya era el centro del peregrinaje artístico y literario estadounidense en París, rebautizo su librería para rendir homenaje a William Shakespeare y a Sylvia Beach, que había sido visitante de la casa. O eso dice. Yo creo que fue un listillo y que sin duda es un punto interesante de reunión y un lugar de visita,en el que han dormido y tomado el té incontables aspirantes a escritores, políticos, filósofos, poetas y cineastas… pero no es la misma Shakespeare and Company, no, no, no.
Y para acabar la historia:
En 1956, Sylvia Beach escribió Shakespeare and Company, libro de memorias de entreguerras que detalla la vida cultural del París de la época, de donde he extraído los textos.
Sylvia Beach murió en 1962 en París. Está enterrada en el cementerio de Princeton –EEUU-.
Adrienne Monnier dirigió una revista,
Le navire d'argent, en la que publicó, con su proverbial generosidad, a todos los escritores que amaba. Fue en esa revista, por ejemplo, en la que Saint-Exupéry publicó su primer texto literario.
Adrienne Monnier también nos ha dejado sus recuerdos de librera y un pequeño volumen de poemas que, a pesar del entusiasmo que provocó en Valery Larbaud, permanece como uno de los capítulos mas desconocidos y solitarios de la poesía francesa de la primera mitad del siglo XX.
Adrienne Monnier se suicidó en 1955, tras una larga y penosa enfermedad que le afectó al oído interno.
(Adrienne Monnier, fotografiada por Gisèle Freund)
A Sylvia Beach
© Adrienne Monnier Traducción de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán ¡Te saludo, oh mi hermana nacida allende el mar!
He aquí que mi estrella se juntó con la tuya,
No fundida en el fuego del primitivo sol,
Mas viva, exacta y nueva en su gracia extranjera,
Pródiga de tesoros que recogió en su curso.
Atenta a las promesas que en los ojos del hombre
Escribe nuestra Madre, cantaba, solitaria,
El brillo y el oriente de diamantes y perlas.
Ocultaba en mi pecho como un pájaro frágil,
La esperanza medrosa que se nutre de mieles.
Consagraba al pudor, cruzados lienzos blancos,
La conciencia naciente bautizada con llantos.
¡Gracias a ti, oh hermana, puedo escapar, ahora,
A esos tormentos, a esas miserias y pesares!
Recobro ya mis fuerzas, y si amo la Noche,
Si escruto todavía sus últimos terrores
Es para madurar la paz de un día postrero.
Ya nos ve Mediodía una frente a la otra
De pie en nuestros umbrales, al borde de la calle,
Suave río de sol que tiene en sus riberas
Nuestras dos Librerías.
Tras la labor levanta Mediodía tus manos
Y las mías, es hora de almuerzo y de silencios,
Y aviva los destellos, en las señas que hacen,
De la llama que esconden aún nuestros países.
A Sylvia Beach
Je te salue, ma Sœur née par-delà les mers !
Voici que mon étoile a retrouvé la tienne,
Non pas fondue au feu du soleil primitif,
Mais vive, exacte et neuve en sa grâce étrangère,
Prodigue des trésors amassés en son cours.
Je chantais solitaire, attentive aux promesses
Que notre Mère écrit dans le regard des hommes,
L'éclat des diamants et l'orient des perles.
Je cachais en mon sein, comme un oiseau fragile,
Le bel espoir craintif qui se nourrit des miels.
Je vouais aux pudeurs, linges blancs et croisés,
La naissante pensée qu'on baptise de pleurs.
Je me sauve, à présent, oh ! ma Sœur, par tes soins,
De ces tourments, de ces regrets, de ces faiblesses !
La force me revient, et si j'aime la Nuit,
Si j'interroge encor ses dernières terreurs,
C'est pour mûrir la paix d'un jour définitif.
Déjà, Midi nous voit , l'une en face de l'autre,
Debout devant nos seuils, au niveau de la rue,
Doux fleuve de soleil qui porte sur ses bords
Nos librairies.
Midi lève nos mains, déliées du service,
Pour l'appel des repas, pour le temps des silences,
Et fait étinceler, sous le jeu de leur signe,
La flamme encor cachée au cœur de nos pays.
Sylvia Beach y Adrienne Monnier
Fuentes bibliográficas:
-
BENSTOCK, Shari, Mujeres de la “Rive Gauche”: Paris 1900-1940, Editorial Lumen, 1992
-
BEACH, Sylvia, Shakespeare and Company, Ediciones de Nuevo Arte Thor, 1984
-
MONNIER, Adrienne, Rue de l’Odéon, Paris, ed. Albin Michel, 1989
-
FLANNER, Janet, París era ayer (1925-1939), Alba editorial, 2005
(Texto y montajes fotográficos: Mercedes García Bravo)
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